sábado, 15 de febrero de 2014

Registro del Paleolítico Medio en el Levante Mediterráneo

Conjuntos fechados del PM.
En azul, horizontes estratigráficos con restos de HAM.
En rojo, horizontes estratigráficos con restos neandertales.

Erella Hovers y Anna Belfer-Cohen resumen el modelo de ocupación continua durante el Paleolítico Medio (PM) del Levante Mediterráneo, relacionándolo con el registro arqueológico.

Cuando se examina en detalle, el PM presenta en esta región un mosaico de diversificación, pérdida y reaparición de rasgos culturales a lo largo de su duración (Belfer-Cohen y Goren-Inbar, 1994; Goren-Inbar y Belfer-Cohen, 1998; Hovers, 2009; Hovers y Belfer-Cohen, 2006). Las innovaciones son escasas y efímeras.

Los conjuntos líticos del PM levantino se ajustan a las definiciones del musteriense
  • Ausencia de "herramientas básicas" (bifaces, cuchillas, esferoides).
  • Conjuntos basados en escamas con predominio cuantitativo de métodos Levallois (según la definición de Boëda 1993; Boëda, Geneste y Meignen 1990).
    • En el tecnocomplejo Acheulo-Yabrudiense (400-220 ka) que precede inmediatamente al PM, la evidencia del Levallois (por ejemplo, en Adlun, Tabun, Masloukh, Qesem y Yabrud I) es inexistente (Gopher et al, 2005) o escasa (Copeland, 1983; Garrod y Bate, 1937; Jelinek et al, 1973; Skinner, 1970).
  • Utilización del pedernal como materia prima casi exclusiva. Las fuentes primarias fueron explotadas de forma selectiva de acuerdo con su idoneidad. Las distancias de transporte de los núcleos parcialmente preparados oscilaron entre <5 y 20 km (típicamente <10 km), mientras que los productos terminados rara vez se transportaron a distancias de 30 a 40 km (Delage 2007).
  • No hay indicios de uso del fuego para la manipulación de la materia prima lítica.
  • Los estudios de desgaste indican que los positivos, tanto sin retocar como retocados, se utilizaron para el corte y raspado de diversos tejidos animales y vegetales (Beyries 1988; Bonilauri et al 2007 ; Shea 1991).
  • La evidencia de entallamiento para el enmangado es escasa. Algunos útiles con marcas o fracturas fueron interpretados como formando parte de armas para caza, ya sea empujando (Shea 2006) o arrojándolos en distancias cortas (Boëda et al. 1999).
    • La prueba más convincente de enmangado viene de Umm el-Tlel, donde ca. 70 ka años se transportó bitumen a una distancia de 40 km, fue procesado (como mínimo con calor), y se utilizó sistemáticamente como adhesivo para un gran número de positivos retocados y sin retocar, incluyendo puntas Levallois (Boëda et al, 1998, 1999, 2008, véase también Friedman et al, 1994/95). Esta práctica se detuvo entre hace 70-40 ka, a pesar de que continuó la producción y el uso de puntas Levallois.
    • También hay evidencia de uso de betún de forma esporádica en el sitio cercano de Hummal (Hauck et al, 2013).
  • Se han documentado hogares en cuevas desde finales del Paleolítico Inferior (Henry et al, 2004; Karkanas et al, 2007; Meignen, Goldberg, y Bar-Yosef 2007; Shahack-Gross et al 2008). Desde principios del PM, se distinguen diferentes tipos de solera que pueden haber servido para funciones sociales o económicas distintas.
  • Se ha hallado ocre en de Skhul y Qafzeh (120-90 ka), de procedencia local (10-30 km). En ambos yacimientos sitios se utilizó el calor para obtener el color rojo. Se ha inferido un uso simbólico. En Qafzeh y Quneitra (~ 54 ka), se han hallado núcleos Levallois con restos de ocre (Goren-Inbar, 1990; Hovers, Vandermeersch, y Bar-Yosef 1997; Hovers et a,l 2003; Marshack 1996). Las dataciones cubren un breve espacio de MIS 5e-b.
  • Se han hallado algunas conchas perforadas en Qafzeh y Skhul, datadas en MIS 5e-b, que se han intrerpretado como cuentas (Bar-Yosef Mayer, Vandermeersch, y Bar-Yosef 2009; Vanhaeran et al 2006; Walter 2003). La distancia de Qafzeh de la costa mediterránea (~ 40 km) indica la recogida selectiva y el transporte terrestre (o intercambio). No hay evidencias de ampliación de la dieta con mariscos.
  • Varios restos de HAM (Skhul y Qafzeh) y neandertal (Tabun, Kebara, Amud, Dederiyeh) se han identificado como enterramientos en función de sus contextos (Belfer-Cohen y Hovers, 1992; Hovers, Kimbel y Rak, 2000; Hovers et al, 1995; Nilsson, 1998; Tillier, 1990). El comportamiento parece ser más común entre los humanos modernos.
No hay indicios de desarrollo social o ritual ni de innovaciones culturales asociadas con redes demográficas robustas (por ejemplo, Hovers y Belfer-Cohen, 2006; Jochim, 1983; Powell, Shennan, y Thomas, 2009; Shennan 2001). Los pequeños grupos humanos tenían un ambiente de transmisión social bastante robusto, pero no estaban vinculados entre sí lo suficiente como para generar innovaciones tecnológicas (Henrich 2010; Young, 2012).

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